Dejar ir es difícil. A veces, me he visto obligada a enfrentarme al abandono que ha supuesto transformaciones de vida significativas: relaciones que acaban, la pérdida de seres queridos, una mudanza. La mayoría de las veces, he sido empujada hacia ello sin tener mucha opción. El perfeccionismo y la interiorización de las opiniones de los demás son solo algunos ejemplos del equipaje que inconscientemente llevo conmigo a diario y que aún intento solucionar.
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La frase “deja ir lo que ya no te sirve“, se ha convertido en un mantra moderno, plasmado en el escaparate de un estudio de yoga con hermosas tipografías caligráficas. Sin embargo, la elegancia de cómo está escrita no transmite los retos de lo que este lema proclama en realidad.
Y la realidad es que dejar ir es un proceso imperfecto, un péndulo constante entre la resistencia y la aceptación.
Al igual que los objetivos que rompes, el dejar ir está marcado más por pequeños pasos y cambios de comportamiento que por un evento definitivo. Una vez que has identificado lo que quieres soltar, puedes empezar a practicar pequeños pasos intencionales que te transformarán con el tiempo, por lo que hay que ser constantes y practicar la paciencia.
Aquí hay algunos ejemplos para practicar, con algunas recomendaciones para profundizar en este proceso:
DEJAR IR EL CONTROL Y EL PERFECCIONISMO y
ABRAZAR LA ESPONTANEIDAD Y EL CAMBIO
Si no fuera yo la que ha escrito este artículo, me sentiría personalmente atacada por este. Como friki de la planificación y la organización, disfruto sabiendo exactamente cuándo, cómo y por qué va a pasar algo. La incertidumbre y la ambigüedad me asustan. Pero me he dado cuenta de que cuando tenía “veintipocos” años no era así, me daba igual el pasado y el futuro, vivía el momento y era feliz. Y no digo que eso sea algo bueno del todo, los extremos se tocan y precisamente, lo que he aprendido estos últimos años es que planear hasta el extremo es paralizante, lo mismo que no planear nada es dejarte a merced de otros y de un destino incierto. La constante rigidez deja poco espacio para la espontaneidad, y es cuando se empieza a perseguir objetivos que ya no nos apasionan ni nos motivan, solo por el hecho de completarlos. Por vergonzoso que sea para mí admitirlo, me llevó a olvidar lo divertido que era, por no decir de la ansiedad que me provocó.
Los momentos que mas disfrutamos y más divertidos, no están planeados minuto a minuto. De hecho, las mejores partes de la vida son una completa sorpresa.
Y por mucho que quisiera tachar cosas de mi lista de objetivos, es aún más liberador borrar metas que ya no son relevantes para mí, porque yo misma he cambiado. Así que ahora, abracemos el poder del espacio en blanco.
PEQUEÑAS FORMAS DE ABRAZAR LA ESPONTANEIDAD:
- Haz una lista en tu Planificador de actividades que te diviertan.
- Comprométete a pasar un día de diversión total al menos una vez a la semana.
PEQUEÑAS FORMAS DE ABRAZAR EL CAMBIO:
- Tachar sin complejos cualquier objetivo de tu lista u Hoja de Ruta, que ya no quieras perseguir o que ya no sea importante para ti.
- Usa el Rastreador de Hábitos para medir cada día tu progreso hacia cambios positivos.
LECTURA RECOMENDADA:
- Wabi Sabi: Sabiduría japonesa para una vida perfectamente imperfecta por Beth Kempton
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