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El Arte de la Autodisciplina

Pocas palabras en nuestro idioma despiertan en mí la misma mezcla embriagadora de entusiasmo juvenil, rebeldía obstinada y un vago sentimiento de culpa por “debería estar haciendo mejor” como la autodisciplina.

No sé si te pasa lo mismo, pero he tenido mis propias asociaciones (no precisamente positivas) con la autodisciplina, y desearía que hubiera otra palabra para describir esta cualidad que no fuera tan… desalentadora.

Pero aquí estoy.

Autodisciplina

La autodisciplina es sumamente valiosa. Nos permite llevar a cabo las tareas que nos proponemos. Además, contribuye a construir nuestra autoestima (acciones alineadas con objetivos fundamentados equivalen a una mayor autoestima). Dependiendo de dónde apliquemos la autodisciplina en nuestras vidas, nos hace más saludables, cultos, conscientes de nosotros mismos, más eficientes, satisfechos y mucho más.

No me considero una maestra de la autodisciplina; soy muy consciente de lo fácil que es para mí caer y preferir quedarme en la cama viendo Netflix en lugar de levantarme y hacer las cosas que necesito hacer. Es por esto que he aprendido mucho sobre lo que significa ser autodisciplinada y cuáles son los ingredientes no tan secretos. A continuación, comparto algunas cosas que me han ayudado…

8 Consejos para Cultivar Más Autodisciplina

“La autodisciplina es la capacidad de organizar nuestro comportamiento a lo largo del tiempo al servicio de tareas específicas… Requiere la capacidad de posponer la gratificación en función de un objetivo a largo plazo. Esto implica la capacidad de pensar, planificar y vivir a largo plazo”. – Nathaniel Branden

1. Acepta que tu autodisciplina es tu responsabilidad.

Nadie se preocupa tanto por tu bienestar y tu futuro que tú mismo. La única persona que puede ser autodisciplinada en tu nombre eres tú. Desafortunadamente (o afortunadamente, según cómo lo veas), esto no es algo que puedas delegar en otras personas o esperar que lo hagan por ti.

Aceptar que es tu responsabilidad ser autodisciplinado te obliga a ver las cosas tal como son, abrazar la realidad y actuar en función de esa conciencia. Suena fácil cuando lo digo así, pero el principal obstáculo que impide que las personas hagan lo que quieren hacer es que una parte de su subconsciente está esperando ser rescatada. Están esperando a que alguien venga y tome todas las decisiones difíciles, soporte la incomodidad y asuma la responsabilidad por ellos.

Esto no va a suceder.

Eres responsable de tu nivel de autodisciplina, y también eres responsable de las consecuencias de practicarla o no practicarla. Eso significa que es tu responsabilidad asegurarte de que tus metas estén alineadas con tus valores y que estés trabajando hacia tus mejores intereses a largo plazo (en lugar de hacer cosas para satisfacer a otras personas o para poner una curita temporal sobre una herida antigua o una necesidad).

2. Establece tus no negociables.

Como su nombre indica, los no negociables son cosas a las que te comprometes a hacer todos los días (o cada semana, dependiendo de tus objetivos). Son las acciones que necesitas realizar para mantener tu vida en la dirección que deseas. Estar consciente de tus no negociables y cumplirlos sin importar las circunstancias es una base sólida para el arte de la autodisciplina.

Tus no negociables pueden cambiar con el tiempo, según en qué estés trabajando y lo que esté sucediendo en tu vida en un momento dado. Lo importante es la conciencia: mantenerla respecto a cuáles son tus no negociables, por qué son no negociables y cómo puedes honrarlos de la mejor manera.

3. Comprométete.

El compromiso implica aceptar que habrá días en los que no tendrás ganas de hacer tus no negociables, y eso está bien. Puedes sentirte desmotivado, reconocerlo y convivir con ello, sin dejar que te controle.

A riesgo de minimizar la complejidad de temas como la motivación y la formación de hábitos, a veces es tan simple como decidir “Esta semana, me levantaré a las 7:30 cada mañana para meditar, correr, preparar mi almuerzo, estudiar francés o pasear al perro” y honrar ese compromiso. Eso implica adoptar un enfoque de compasión firme.

Cuando tienes compasión firme contigo mismo/a, notas, aceptas y empatizas con la resistencia, y luego haces lo que estás resistiendo de todos modos. No hay culpa ni autoflagelación involucradas; se trata más de una guía interna saludable.

4. Desarrolla una rutina.

Personalmente, encuentro útil hacer mis no negociables lo primero (aunque esto no siempre sucede). Desarrollar una rutina puede ser muy útil, especialmente cuando estás explorando tu relación con la autodisciplina por primera vez. Cuando tienes un horario fijo para realizar una actividad específica, es más fácil superar la resistencia. No estás esperando a “sentirte motivado” para hacer algo, simplemente ocurre en ese momento.

“Una vida con propósito y autodisciplina no significa una vida sin tiempo para descansar, relajarse, recrearse o realizar actividades aleatorias, incluso frívolas. Simplemente, significa que tales actividades se eligen conscientemente con el conocimiento de que es seguro y apropiado participar en ellas”. – Nathaniel Branden

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5. Conoce tus excusas favoritas.

Las excusas estarán en cada esquina, atrayéndote con promesas de quedarte en la cama y dulces gratis, pero escucharlas es un camino seguro hacia el arrepentimiento y la insatisfacción a largo plazo.

Reconocer que a) haces excusas, y b) funcionan, es desafiante. A nadie le gusta admitir que cae presa de sus propios demonios internos, pero le sucede a todo el mundo (me pasó esta mañana), así que date un respiro y reconoce que, oye, esto es normal.

Presta atención a tu diálogo interno y toma nota mental de todas las excusas que encubren tus sentimientos de resistencia. Aquí tienes algunas de mis favoritas para empezar:

  • Estoy muy ocupado.
  • No tengo tiempo.
  • Estoy muy cansado.
  • Tengo todas estas otras cosas que hacer.
  • No creo que a [inserta el nombre de la persona] le agrade que haga eso ahora.

¡AY, PRESIÓN!

  • Lo haré mañana (en serio, lo haré…).
  • [Inserta situación aquí] está sucediendo y, aunque está fuera de mi control, seguiré dándole vueltas. Luego, no puedo hacer [inserta objetivo aquí] porque no me apetece y la situación ocupa demasiado espacio en mi mente.

6. Lleva una lista de “hechos”.

Siento satisfacción y recompensa al tachar cosas de mi lista de “por hacer”, y eso es de lo que se trata una lista de “hechos”. Una lista de “hechos” es un registro de todo lo que hiciste en un día o una semana. Puede ser pequeño (“hacer la cama”) o grande (“presentar esa gran propuesta de proyecto”), todo cuenta.

Cuando te atrasas o te saltas unos días de trabajo en tus objetivos, es fácil enfocarse en esto y darle vueltas a todas las razones por las que no eres capaz de alcanzar tus metas. Mantener algún tipo de lista o gráfico para mis objetivos me ayuda a mantener una perspectiva positiva sobre cómo lo estoy haciendo. Si me salto unos días de ejercicio, me siento mucho más motivada para volver a empezar cuando veo cuántos días hice antes de eso y lo bien que me estaba yendo, en lugar de centrarme en lo que no hice.

7. Hazlo conscientemente.

Cuando eres consciente de lo bien que se siente hacer ejercicio, ordenar la casa, y así sucesivamente, es más probable que veas las recompensas intrínsecas de la actividad. Esto es súper útil para tu motivación a largo plazo, porque cuando experimentas resistencia, puedes decir: “Oye, ¿recuerdas lo bien que se sintió limpiar la cocina? ¿Y cómo sonreíste un poco por dentro cada vez que entrabas en la habitación y la cena de anoche ya no estaba pegada en el fuego?”

Cuando somos niños, a menudo tenemos encuentros negativos con la disciplina que van más o menos así: “Si no haces esto, sucederá algo terrible”. La triste ironía de este tipo de motivación es que es desmotivante. Este tipo de motivación nos enseña a hacer las cosas para evitar el dolor, en lugar de buscar el crecimiento y la autorrealización. Es la diferencia entre decir “Voy al gimnasio porque no quiero estar gordo” y “Voy al gimnasio porque quiero sentirme con energía, estar sana y disfrutar de las endorfinas”. Es una diferencia sutil, pero la primera declaración se basa en lo que no queremos (si estamos más gordos de lo que nos gustaría, en el autojuicio). La segunda se basa en las cosas que queremos y en los resultados positivos para el futuro.

Cambiar de una motivación extrínseca del estilo “hago esto porque sucederán cosas malas si no lo hago” a una motivación intrínseca del estilo “hago esto porque sucederán cosas buenas cuando lo haga” puede ser complicado, pero puedes lograrlo. Ser consciente de cómo te estás motivando para hacer las cosas es un primer paso importante.

8. Date una oportunidad.

Si has estado intentando motivarte siendo duro contigo mismo/a o centrándote en lo que no quieres, cambiar tu enfoque hacia la autodisciplina llevará tiempo. Cuando cambias la forma en que te motivas, estás creando nuevas vías neuronales y este es un proceso lento y constante. Cuanto más tiempo han existido las vías existentes, más tiempo llevará corregirlas. Cada vez que uses tu nueva forma de motivarte, esa nueva vía se fortalece.

Al explorar tu propia autodisciplina, sé amable contigo mismo. Recuerda, la clave está en la compasión firme, no en darte golpes metafóricos en la cabeza con un palo mental. Acepta que te caerás del carro muchas veces (y lo harás), luego levántate y vuelve a subirte.

Presentarme y hacer lo mejor que puedo: de eso se trata la autodisciplina.

¿Tienes algún consejo para la autodisciplina? Deja un comentario y házmelo saber.

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